Todo extremeño de bien que se precie será reconocido en el mundo por el uso
del diminutivo –ino en palabras como chiquinino,
de origen astur-leonés, expresiones del tipo “la mi niña”, que expresa
posesión, ambos estos sirviendo al nivel morfosintáctico del dialecto extremeño o la
aspiración final en palabras acabadas en –s (nivel fonológico). Y son
precisamente esas aspiraciones de la –s a final de palabra las que definen el
acento extremeño, es decir, la variante fonológica que le diferencia de la
norma estandarizada.
"¿Eres andaluza?", "No, tu acento es más fino que el de X". Estas son solo
algunas de las afirmaciones con las que me he topado en algún que otro momento
de mi vida, siempre con un nivel de variación- a veces contradictoria- dependiendo
del oído que te escuche. Recuerdo cómo allá por 2005, haciendo un año de
estudios Erasmus en Escocia, una simpática gallega estaba completamente
fascinada con el acento extremeño, pues le sonaba “melódico” y “con mucho arte”,
comparándolo incluso con el andaluz, con el que comparte solo algunas características lingüísticas. En otras ocasiones, en la propia región (Extremadura)
sus propios hablantes hacen distinción entre el acento de los mangurrinos
(habitantes de la provincia de Cáceres) y los belloteros (los de Badajoz),
quienes siempre definen a los “cacereños” como “finos” en su retórica.
El caso es que el acento de un individuo, lógicamente, determina su
procedencia geográfica (es la tendencia general) pero no necesariamente su
status ni socio-económico ni cultural. Es muy común relacionar los acentos con
estos dos aspectos que acabo de señalar con comentarios del tipo: "¡Vaya acento,
es un cateto!" cuando quien verdaderamente muestra su más supina ignorancia es
quien realiza comentarios de ese tipo al desconocer por completo que un acento
es una muestra única de identidad, de donde eres y de donde, ¿por qué no? te sientes
orgulloso de pertenecer.
A lo largo de la historia, realizando un estudio retrospectivo, la
lingüística se ha encargado de analizar el acento y, tal es así que, algunos
literatos se han hecho cargo de plasmar en sus obras este aspecto. Este es el
caso de la obra que da nombre a este blog: Pigmalion
de Bernard Shaw, posteriormente llevada a la gran pantalla en 1964 en la famosa
cinta “My Fair Lady”. En ella, Shaw presenta a
una bella Eliza Doolitte, quien habla un Cockney
accent (dialecto del este de la capital londinense y que es propio de
schemers y thieves) y que, según el doctor Higgins, fonetista de profesión, consideraba que ella tenía que corregir si quería convertirse en una dama de bien. Para alcanzar tal objetivo, ella asiste a
elocuation lessons y como ya es sabido, la metamorfosis de la bella Doolittle
es no solo lingüística, sino también física.
A este fenómeno se le conoce como prescription y accent reduction y
son, básicamente lo que algunas instituciones como la BBCTV y BBCRadio han
favorecido durante años con su selección de personal que no tuviese acento
regional, sino estandarizado. Afortunadamente, esa postura ha cambiado en la
actualidad, y cada vez es más frecuente encontrar presentadores de TV y radio
con acentos que no son puramente standard. Algunas celebridades como
el propio Mick Jagger, frontman de Rolling Stones, fueron señalados con el dedo por el hecho de fingir un
acento que originalmente no tenía: el Cockney, razón por la cual algunos
acuñaron el término Mockney, un blender
que nace de la unión de “mock” y “Cockney”. La pregunta es ¿por qué optó por ese acento el cantante de esta
mítica banda? Pues la respuesta es muy simple: ese acento le acercaba a las
masas, concretamente a las clases sociales más desfavorecidas…
Este fenómeno, el de la accommodation
(que consiste en ajustar tu forma de hablar dependiendo del público al que te
dirijas), no es parte del pasado, sino que ha alcanzado incluso a la realeza
más recientemente estrenada, en este caso, a Meghan Markle, actriz
californiana protagonista de alguna que otra serie de Netflix. Siempre está en el ojo del huracán, y es tal el
interés que despierta que expertos del habla, lingüistas y fonetistas han estudiado
su expresión lingüística y más concretamente su pronunciación cuando se dirige al pueblo británico. Sus apariciones públicas han servido de estudio para los
especialistas y, según apuntan, observan un cambio en ella, no solo a nivel estético
(a vueltas con el tema), sino también a nivel fonológico que se aproxima más a
la variante británica que a la norteamericana- su variante original- en los sonidos vocálicos de algunas palabras,
así como en la pronunciación de –t a final de palabra (más acusada en
británico) o incluso en el intonation pattern de yes/no questions, donde opta
por la variante británica también (fall-rise vs rise del AmE). ¿Qué razones
pueden desprenderse de ello? 1. La más lógica y menos rebuscada: influencia del
acento por llevar un tiempo viviendo en Inglaterra. 2. Que imite intencionadamente
el acento, dadas sus dotes interpretativas, para sonar más aristocrática y
poder ser aceptada por el pueblo inglés. Sin embargo, si así fuera, correría el
riesgo de, al igual que Mick Jagger en la otra cara de la moneda lingüística,
ser acusada de poser.
Cuando hablamos de enseñanza y
aprendizaje de idiomas, hay quien adopta la postura de negarse a asumir acentos
de la lengua target y seguir aplicando el sistema fonológico de su lengua madre a la
lengua que aprende porque, según apuntan, les supone una pérdida de identidad propia
el hecho de tener que acoger acentos de la lengua extranjera para sonar como
nativos. Apoyando este argumento se encuentran los propios nativos, quienes
perciben el intento de imitación de acentos de su propia lengua por parte de
los aprendices como una intrusión.
Es común en clase que mis alumnas me pregunten con frecuencia qué acento es
el correcto y el que deben adoptar. Centrándome únicamente en la dicotomía más
generalizada de variedades del inglés (BrE vs AmE), mi postura es clara: les
enseño las particularidades fonológicas de ambas y luego les invito a que
decidan optar por aquella con la que se sientan más cómodas (si optan por
alguna). En definitiva, el objetivo último es interactuar y hacerles consciente
del respeto por cualquier acento, más teniendo en cuenta el alcance del inglés
en este mundo globalizado.
Y aquí precisamente reposo mi reflexión final sobre este artículo que
decidí titular “Accent and Prejudice”, adaptado de la obra homónima de Jane
Austen Pride and Prejudice. Pero no lo voy a hacer con palabras, sino con
dos imágenes que, creo, reflejan perfectamente qué es el acento.
Screenshot de un videoclip del artista Manu Carrasco
https://bit.ly/2VNt2ny
Bibliography:
William Sutton, "Pronunciation and Prejudice" (Speak Up magazine)
Frascesca Gillet, "Has Meghan's accent changed since marrying Prince Harry?" (BBC.com)
Bibliography:
William Sutton, "Pronunciation and Prejudice" (Speak Up magazine)
Frascesca Gillet, "Has Meghan's accent changed since marrying Prince Harry?" (BBC.com)
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